Dinastía

por Percy Carpio Angulo

Dinastía

Los tres príncipes Gupta y sus acompañantes montaban sus elegantes elefantes blancos, e iban subiendo por una espaciosa avenida, deslizándose entre muros de piedra bellamente labrada que ostentaban los signos del reino.

Los hermanos pasaban por debajo de altos balcones y sobre los pétalos de exótica fragancia, que fueron arrojados por los ciudadanos.

Ante ellos, iban elevándose los imponentes muros y contrafuertes, y las grandes cúpulas derramaban sus sombras sobre el camino que conducía hacia el palacio del emperador Otali; finalmente cruzaron por debajo de un gran arco de color blanco realzado con un reborde de borlas de mármol, que llevaba hacia los espléndidos jardines de recreo del monarca.


Nirek el primer hijo de Otali, iba orgulloso por delante; Ojavit, el segundo hijo, lo seguía de cerca, atento y decidido a empuñar su filosa arma contra cualquier enemigo, y así mismo, Nayakan, su hermano menor, que era otro virtuoso con las armas, iba detrás de ellos.

Los seguían por detrás varias filas de guardias armados con brillantes lanzas de filoso linaje, y finalmente, avanzaba un largo séquito de sabios, esos viejos que dedicaban la vida al estudio de las leyes, y la pasaban encorvados sobre antiguos pergaminos rodeados de mil objetos misteriosos. Todos recibían los saludos del alegre pueblo.


El nacimiento del príncipe Nirek se dio en una tranquila noche, mientras la Luna daba su sereno rostro y se desplazaba a través de las estrellas. Otali estaba impaciente, pero sabía que la paciencia es como un árbol de raíz insípida que produce dulces frutos.


―¿Cómo esta ella? ―preguntaba Otali con el corazón exaltado.
―Mi Señor, su esposa Kuntana acaba de parir con salud un hermoso niño, tan luminoso como la Luna ―le contestó el médico principal.


Luego ocurrió la ceremonia para darle un nombre al bebé; se le bendijo y los sacerdotes le desearon una larga vida llena de riqueza y sabiduría. Después, el niño fue colocado sobre el regazo de su padre y recibió su bendición.

El sacerdote principal ofreció su plegaria a los dioses y a los espíritus de los antepasados del clan, para poder obtener sus bendiciones. Los clarividentes predijeron que algún día, este pequeño realizaría memorables acciones, y sería él uno de los prodigios de su creador.

Nirek sería grande en pensamientos y en hechos; el noble hijo de Otali tendría un alto sentido de la justicia, su razón sería muy elevada, sus acciones rectas y firmes, sus intenciones nobles, y sería por derecho, el emperador de Panyab.


Ojavit era el segundo hijo de Otali, nació dos años después que Nirek y desde pequeño fueron notables sus cualidades atléticas. Desde joven fue educado rigurosamente en la lucha y en el camino de las armas, poseía habilidad natural para el uso de la espada, y su cuerpo era duro como roca.


―¡Oh esposa de delicada piel! ―decía Otali―. Pronto el pequeño despreciará la suavidad de tus manos ¡Porque su afición será el lomo firme de los elefantes de guerra!


Al ver tempranas cualidades de Ojavit, su padre le regaló una espada esplendorosa. Con un regalo de los dioses como ese, Ojavit sentía que podría enfrentar a cualquier oponente. Tenía el admirable arma ocupando el centro de su pomo el rostro de un dios de oro sobre un fondo de esmalte negro, y tallado en el mango los símbolos del imperio.

El joven Ojavit hizo que la espada de gran hoja cortara el aire, y al verla su espíritu parecía iluminarse llenarse de gloria. El poseer aquella extraordinaria arma lo obligaba a convertirse algún día en un gran maestro.


Al igual que Ojavit, Nayakan, que era el tercer hijo de Otali, era un fornido joven de nobles cualidades, tenía amplia la frente y ojos hundidos y oscuros. El joven amaba mucho a sus parientes, y solía visitar a su padre para recibir sus acertados consejos.


Paramjit era el padre de Otali y sabio abuelo de los príncipes. Él fue uno de los emperadores Gupta más querido por su pueblo. Era un hombre correcto, honorable y prudente, y hallaba la manera de resolver cualquier problema con la asistencia de sus hijos y consejeros.

Cierto día, pensó que los oficiales de prestigio o algún guerrero experto debía darles la instrucción necesaria a sus nietos, y fue así como buscó entre los mejores instructores del reino para realizar el trabajo.


Birendra era un general valiente y con el poder de un tigre. Al saber las intenciones del antiguo emperador, se ofreció para enseñar los secretos de la espada a los príncipes Gupta y, aunque el experimentado hombre era un tanto ambicioso, se encargó muy bien de dicha labor.

El viejo guerrero escribió muchos lienzos referentes a las artes de la guerra, y esos manuscritos eran ricos en arte mostrando muchas verdades de noble índole.


Las lanzas y las flechas parecían volar obedeciendo la voluntad de los príncipes, y sobre todo a Ojavit al que todos sus compañeros observaban con la espada. Se podía observar la soltura de sus movimientos, la gracia de sus ritmos y la variedad de sus ataques.

El joven príncipe practicó con gran esfuerzo hasta llegar a la excelencia, y al igual que sus hermanos, realizaba el rígido entrenamiento cada día que duró la escuela militar.


Los militares de valiente corazón y eminente maestría entregaron sus conocimientos sobre el ataque sin anarquías de estilo. Los hermanos crecían rápidamente en habilidad, y esto incomodaba a algunos alumnos antiguos, pues, algunas veces, Ojavit que era aprendiz no se mostraba humilde con estudiantes más experimentados, algunos de los cuales también provenían de familias nobles, y que también aprendían un método variado y rico en recursos.


El entrenamiento solía ser riguroso y agotador. Con el transcurrir de los años, los jóvenes adquirieron una agilidad de leopardo, y al manipular las armas, podían hacer que el acero cortara el aire con impresionante velocidad.

Ojavit tenía habilidades naturales para las artes de la lucha, y realizó óptimas hazañas. Los hermanos fueron respetuosos con sus maestros al adquirir el preciado conocimiento.

Los primeros artistas marciales de la India conocían y practicaban atacar o defender puntos vitales, pues los guerreros eruditos sabían cómo desactivar o matar a sus oponentes, simplemente tocando el adecuado punto vital. Esta se consideraba la habilidad marcial más avanzada, por lo que el maestro restringía su conocimiento solo a los estudiantes más avanzados.


Los hermanos siguieron obedientemente todas las enseñanzas, y con el paso de los años fueron perfeccionando sus conocimientos y lograron aprender los conceptos filosóficos de la vida. Como parte de su dedicado entrenamiento tenían que aprender a lanzar saetas y jabalinas desde veloces corceles a galope, y aprendían con solemne dedicación las distintas técnicas de pelea, sobre todo el Kalaripayat.

Los maestros militares brindaron a los soldados variados beneficios que incluían mayor fuerza física, flexibilidad, mejor respiración, manejo del temor y, por supuesto, el completo dominio de la espada.


Valía la pena defender a la ciudad imperial, pues era un lugar encantador con arboledas, fragantes flores, melodiosos y transparentes arroyos, limpias fuentes e imponentes templos y palacios. Cuando los visitantes llegaban al palacio, solían caminar bajo las sombras de los árboles flanqueados por flores polícromas.


Te puede Gustar : El Pueblo, un cuento que narra un lugar y una experiencia cercana.

Enlace Externo: si te interesa saber más de la Historia de la India


Autor entrada: Pedro Polo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *