por Jairo Sebastián Zanetti
Una vez hubo recorrido un largo trecho por el bosque de la vida sus ojos fueron peculiarmente sorprendidos por las tres puertas.
Debajo de uno de los abetos había un anciano sentado sobre una piedra cuya barba llegaba a tocar la tierra fosforescente, con ambas manos interpuestas sostenía un viejo bastón y su cabeza curiosamente protegida por un sombrero grande estaba gacha.
-Discúlpeme cuidador -dijo el hombre dirigiéndose al anciano. Soy un viajero y me veo aquí ante estas tres puertas de lo más aturdido y sin saber por cual o por donde continuar camino.
El anciano mantuvo la posición de su cabeza y contestó:
-Oh, otro aventurero más, son muchos los que pasan por aquí, usted comprenderá, son muchos años pero, le aclaro algo, son pocos aquellos que resisten. Volviendo a tu pregunta, verás, esa puerta de la izquierda se llama pasado y quien osa entrar, siempre se pierde tras ella. Ahí tienes a esa otra, a la derecha, a la cual llamo futuro, quien la cruza tiene asegurada la muerte muy pronto.
-¿Y esa otra? -preguntó el viajero.
El anciano levantó su cabeza y por primera vez sus ojos brillosos e insondables le miraron fijamente sin demorar su respuesta:
-A esa le llamo presente, quien la atraviesa vive, y hay algo más que debes saber, es tu decisión la que realmente importa, a tu decisión, a ella le llamo destino.
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