por Nuria de Espinosa
A veces recorrí caminos ya lejanos de mi mundo cobrizo en un castillo de cristal que el espejismo de los años se llevó como un vendaval.
En la tortura de mi condena oculté palabras calladas.
Llegaba con la noche y tras ella un nuevo amanecer.
La poesía daba paso a nuevas letras,pesares; cogí una pluma y un papel, mi fantasía florecía entre piedras de algodón, y los adornaron con los rayos del sol.
Los susurros se entrelazaban en la larga cadena del eslabón sombrío que sale del corazón escuchando del cielo su convicción.
Efímera vida, la catarsis en el cobrizo crepúsculo, despierta en el anochecer de la luna febril, que en el ocaso reposa cansada.
Duendes, hadas, elfos y luces que se abren paso en las noches en que en el alma precede al alba como una niña que en silencio envejece.
Las arrugas de mi rostro son verdes las del corazón perecen en mi voz silenciada por las lágrimas donde alcanzan las nubes colores grises.
Un manto de estrellas recorre el universo en infinito dolor y perverso destapa el árbol que solitario te lleva a madurar.
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