Un hombre, que pasaba por delante de una tienda, vio que allí vendían dos loros, encerrados en la misma jaula. Uno era muy bonito y cantaba estupendamente, mientras que el otro estaba en un estado lastimoso y permanecía mudo.
El primero valía 50 yenes, el segundo tres mil.
El hombre, asombrado por la diferencia de precio, le dijo al comerciante:
- ¡déme el loro de cincuenta yens!
- Imposible, señor – respondió el vendedor. No puedo vender los pájaros por separado.
- ¿pero… por qué? ¿Cómo explica usted una semejante diferencia de precio? Pues el más feo cuesta infinitamente más que el más bonito y, además, no canta. Eso es absurdo.
- ¡Ah, no se equivoque usted señor! El loro que encuentra usted feo es el compositor.
En la vida tendemos a juzagar por las apariencias, y como vemos en la historia de los dos loros, no siempre se percibe la realidad, sino solo una parte de esta.
Los juicios apresurados y especialmente si estan basado en el “parecer”, suelen conducir a errores.
Si algo nos enseña la historia de los dos loros es que “parecer” y “ser” son diferentes, y que el verdadero valor de las personas no simpre es visible a simple vista.
Muchas veces aquellas personas cuya contribución es sorprendente y fundamental para los resultados visibles, quedan ocultas tras las cortinas o en un segundo plano. Eso no les resta valor, y has de formarte un juicio completo antes d eemitir una opinion sobre las competencias de las personas.
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